domingo, 9 de mayo de 2010

Crítica Iron Man II

Tras el paso casi imperceptible por taquilla de su primera película como guionista “Todo incluido” (2010), en la que también participó como actor, Jon Favreau nos presenta Iron Man II, su tercer film como director tras “Zathura, una aventura espacial” (2006) y la primera entrega de Iron Man (2008).

En esta ocasión, los personajes tienen mucho más carisma y, en el caso de los secundarios, no son meros accesorios del protagonista, sensación que transmitían en la primera película. Robert Downey Jr. vuelve a encarnar al empresario multimillonario Tony Stark, un papel que le va como anillo al dedo y con el que se nota que se siente cómodo. El protagonista se caracteriza por ser un genio con un humor sarcástico y narcisista, que no duda en utilizar para dejar en ridículo a cualquiera que se interponga en su camino.

Siempre al lado del incontrolable Stark encontramos a su partener Pepper Potts (Gwyneth Paltrow), su fiel secretaria, cuya misión principal será de nuevo sacar las castañas del fuego a su jefe. Como pasaba en la primera entrega de la película la relación entre Stark y su empleada más cercana destila tensión sexual por sus poros. Sin embargo, el director, queriendo retardar el momento que todos espectadores sabían que llegaría tarde o temprano, no resuelve dicha tensión hasta el final del film, cuando Tony y Pepper concluyen una de sus discusiones con un apasionado beso.

El papel antagonista lo comparten un tándem formado por Ivan Vanko (interpretado por un pletórico Mickey Rourke), un físico ruso que culpa a la empresa de Stark de la desgracia sufrida por su padre antes de morir, y Justin Hummer, propietario de una empresa de armas que es blanco constante de las burlas del protagonista. Ambos villanos, por llamarles de alguna manera, terminan uniendo sus fuerzas para hacer un intento, que queda lejos de llegar a buen puerto, de destruir a Tony Stark y a su alter ego Iron Man.


El problema principal de la película tiene raíz en su guión excesivamente explicativo. En él se intenta ofrecer demasiada información, por lo que los diálogos se tornan muy narrativos. No hubiera sido mala idea dejar un poco de lado la promoción de futuras películas y curar más el humor que tan característico fue en la primera entrega de Iron Man.

La publicidad “subliminal” es otro de los aspectos negativos a destacar del film, ya que ningún espectador abandonará la sala sin haber visto como mínimo en diez ocasiones un concesionario de Audi o su característico logotipo. Dejando de lado, además, el flamante coche que luce Stark a lo largo de la película, el último modelo sacado a la venta de la marca alemana.

Como punto fuerte de la película hay que destacar las escenas de acción, si bien las hay que podrían mejorar, y los efectos especiales. El cineasta se decanta una vez más por el espectáculo mucho más físico y, por consecuencia, extrañamente real en sus secuencias de acción, sin abusar de los efectos digitales y prescindiendo, por lo que yo personalmente doy las gracias, de la nueva tecnología 3D, que hubiera resultado totalmente innecesaria.

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