Woody Allen (Brooklyn, Nueva York, 1935) recibe en Manhattan a FOTOGRAMAS el día que se con- firman dos nuevos viajes del que es uno de los habitantes más ilustres de la Gran Manzana. El primero tiene como destino San Sebastián, en cuyo Festival presenta Si la cosa funciona, film del que hablaremos largo y tendido con el cineasta. Y el segundo, ya a largo plazo, lo llevará a Brasil, donde rodará, en verano de 2011, una nueva aventura internacional. Sé que a mi familia le encantaría ir a Brasil, nos cuenta Allen. Solo falta una historia que funcione en Río y cerrar la financiación. Después de tres films en Londres (Match Point, Scoop y El sueño de Cassandra), uno en España (Vicky Cristina Barcelona) y tras terminar el rodaje de su quinta película en Europa, una comedia aún sin título con, otra vez, las calles de Londres como escenario y un reparto con Antonio Banderas o Sir Anthony Hopkins, con Si la cosa funciona a Allen le ha salido, como él mismo dice, una película muy neoyorquina...
¿Qué le hizo volver a Nueva York después de pasar tanto tiempo trabajando en Europa? ¿La verdad?
Volví por accidente. Amo Nueva York. Es una ciudad que respira cine y quería volver a rodar en ella. Pero si he vuelto ahora es por culpa de la huelga de actores. Para esquivarla tenía que rodar en primavera en lugar de en verano. Y en primavera mis niños todavía van a la escuela, así que no me los podía llevar conmigo a Europa. Me gusta rodar en Nueva York, trabajar en casa de tanto en cuanto está bien. Es una ciudad muy visual.
LA NUEVA YORK MÁS CUTRE
En el film revisita algunos de sus lugares preferidos. ¿Los ha encontrado diferentes?
Sí. Son más caros. Y es un cambio significativo, especialmente para mi bolsillo. Los precios en Nueva York están por las nubes y se me hizo muy, muy difícil poder permitirme algún capricho. Aparte de eso, la ciudad sigue igual. Continúas pasándotelo bien solo mirando qué sucede. Aún tiene esa energía, ese tempo nervioso tan propio... Aunque la escasez de medios no me permitió disfrutarla plenamente.
La Nueva York de Si la cosa funciona no es la Gran Manzana llena de glamour de algunos de sus anteriores trabajos. En realidad, es tirando a cutre...Sí, cierto. Boris (el personaje de Larry David) vivía en Beekman Place, un vecindario muy exclusivo, cuando decidió prescindir de todo el lujo y mudarse a un antro de Chinatown para vivir como un ermitaño. Ese cutrerío forma parte del personaje.
¿Es una coincidencia que regresara a Nueva York justo en el arranque de la Administración Obama?
Sí. Ahora es un buen momento para rodar en Europa porque ya no tengo que inventarme excusas. Durante los últimos ocho años me las he visto y deseado para hacer comprender la vergüenza y bochorno que el gobierno Bush causaba a muchos americanos. Ahora puedo regresar a Europa con la cabeza alta, orgulloso. Ya no tengo por qué esconderme.
ALLEN EN NEGATIVO
Da la sensación que Boris es el más negativo de sus álter ego...
Es una exageración de muchos de mis sentimientos y sensaciones. Boris es cómicamente neurótico. Yo también soy un neurótico y comparto muchas de sus fobias pero, afortunadamente, a un nivel más manejable. Las suyas son tan exageradas que acaban siendo divertidas. Al menos eso espero. Se enfada muchísimo y es un pesimista sin remedio. Yo no tanto. No creo que pudiese vivir si fuera tan lúgubre como Boris. Me di cuenta que yo no podía interpretar a Boris porque no me sentía cómodo. De haberlo encarnado yo, el personaje no caería simpático. Algo que sí consigue Larry. Tiene un no-sé-qué que le hace caer bien. Se queja y se queja y, pese a eso, te gusta. Si yo me quejara como él dirían: ¡Oh! Si resulta que es un quejica. Es un masoca. Un misántropo. Y un llorica. Larry lo hace y consigue caer simpático.
¿Cuándo se dio cuenta que Larry David era el actor indicado para este personaje?
Cuando lo conocí hace muchos años en una prueba fugaz, ya parecía un tipo interesante. De hecho, parecía una persona real, no un actor, así que le di un pequeño papel en Días de radio (1987). Es uno de esos personajes que pasan sin darte cuenta. Después repitió en mi fragmento de Historias de Nueva York (1989), un papel un poco más largo pero, a decir verdad, muy poca cosa. Tras esto me olvidé de él por completo. Yo seguí mi camino y él el suyo, hasta convertirse en toda una estrella. Un día tuve que sacar un guión del cajón porque me pedían uno casi de un día para otro. Tenía una historia para Zero Mostel (Los Productores). El problema era que Zero había muerto (en 1977). Y entonces Julie Taylor, mi directora de casting, dijo: ¿Qué tal Larry David? ¡Oh, Dios mío! ¡Es perfecto! Larry no opinaba lo mismo: No. No soy un actor, soy un cómico. No sé actuar. No puedo hacerlo. Pero resulta que la gente que te dice que no puede hacerlo son los que saben cómo hacerlo. Los que te dicen: Ningún problema. Puedo hacerlo son los que tienes que vigilar de cerca. Larry me decía una y otra vez: ¿Pero por qué yo? Si soy un actor terrible! Pero qué va. Es un actor magnífico.
¿Ve El Show de Larry David, su serie?
Raramente. La emiten demasiado tarde y yo me voy pronto a la cama. Tengo dos hijas en edad escolar y las llevo al colegio cada mañana, así que tengo que levantarme temprano. Siempre pensé que, si llegaba a esta fase de mi vida, podría dormir hasta cuando me diese la gana. Se supone que esta es una de las grandes ventajas del mundo del espectáculo ¿no? Pues no. Así que a veces trasnocho y veo a Larry, pero la mayoría de veces estoy demasiado cansado y me voy a dormir.
¿Se ve frente a la cámara en breve?
Seguramente. Cuando termino un guión siempre me planteo si hay algún papel en el que encaje: así me ahorro un sueldo y tener que explicar qué quiero del personaje porque sé exactamente qué hacer. Ni en Match Point (2005), ni en El sueño de Cassandra (2007) ni en Vicky Cristina Barcelona (2008) había nada para mí. Como tampoco en la nueva cinta que he rodado en Londres (con Antonio Banderas y Anthony Hopkins).
La entrevista es más larga, pero hoy sólo público una parte, otra día más ^^
* Entrevistas extraída de Fotogramas.es
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